Conoce los principios de la educación Montessori, las enseñanzas pedagógicas que María Montessori dejó como legado para el desarrollo de seres humanos, creativos y transformadores.
En el modelo educativo Montessori vemos a los niños con amor y respeto, procurando siempre darles confianza y libertad. Como comunidad, nuestra intención al compartir contigo los principios de la educación Montessori es para que podamos seguir acompañando a los pequeños en cada uno de sus espacios y que te sirvan como consejos aplicables en tu modelo de crianza y dinámica familiar.
8 Principios fundamentales de la educación Montessori
1.- Respeto a la naturaleza del niño
Dentro de los principios de la educación Montessori, uno de los más valiosos es precisamente respetar la naturaleza de los niños, de hecho, el resto de los principios se construye sobre esta base.
Históricamente, María Montessori fue una de las primeras pedagogas en dejar de ver a los menores como meros receptáculos de información, su filosofía sostiene al niño como individuo con una capacidad nata para aprender, a su manera, mediante la exploración, la manipulación, la curiosidad y ¡el juego!
Si trascendemos con este pensamiento de lo educativo al día a día y lo pensamos reflexivamente, ¿debería haber diferencia alguna entre el respeto de un adulto a un menor y el respeto de un menor a un adulto? Al respecto, nuestra sociedad (más no necesariamente dentro de casa) tiende a ser adultocentrista, es decir, no se le da el suficiente espacio ni valor al maravilloso mundo interno de los pequeños.
El mensaje que realmente deberíamos transmitir es el de tratar con respeto a todas las personas. Por tanto, es indispensable incluir equitativamente a los niños, tanto en el respeto que brindan como en el que reciben. Al hacerlo, estaremos siendo un gran modelo de conducta para ellos, que aprenderán a ser comprensivos y amables con los demás. Y al mismo tiempo estaremos forjando su autoestima y enseñándoles que son valiosos y merecedores de respeto.
2.- Los niños necesitan movimiento.
El movimiento está estrechamente ligado al pensamiento, lo impulsa, y a su vez, el pensamiento lleva al aprendizaje.
Ahora, cuando los niños pasan más tiempo que nunca antes inmóviles frente a la tecnología, deberíamos plantearnos este principio. El movimiento es una necesidad, el desarrollo de la mente está conectado con él; sin movimiento no hay progreso ni salud mental.
La finalidad del movimiento es, en palabras de la Dra. Montessori, “servir a toda la vida y la economía espiritual y universal del mundo”[1], por lo tanto, no se debe considerar por separado la vida psíquica de la vida física.
[1] La mente absorbente, Pág. 185
Permitir que los niños exploren su entorno con libertad de movimiento incentiva su deseo de conocer y, por medio de este interés, reciben información. Cuando encuentran algo de su gusto nace la energía creativa que los lleva de nuevo a la acción y de esta manera se logran conocer así mismos y autoconstruirse.
3.- Libertad y autocontrol.
Cuando los niños tienen libertad son capaces de conocer el autocontrol y eso les genera bienestar y autoconfianza.
Para el método Montessori la libertad y la disciplina van a la par, pero no se promueve de manera autoritaria, sino de forma intrínseca. Cuando el niño se siente con libertad (de pensamiento, acción y expresión) su potencial interno lo impulsa, concentrándose e involucrándose en sus intereses y en la práctica de los mismos, logra el control de sus movimientos y emociones; conquistando la voluntad que forja en ellos la responsabilidad.
En la crianza este punto puede ser particularmente retador, ya que culturalmente estamos acostumbrados a la creencia que a los niños hay que darles instrucciones (órdenes) todo el tiempo para conseguir un resultado, sin embargo, nada más lejos de la verdad. Los seres humanos nunca perdemos la capacidad de elección interna, nuestra libertad de aprendizaje, es por ello que la congruencia es indispensable a la hora de guiar a los niños, ya que solo ellos elegirán de donde adquieren el aprendizaje… de nuestras palabras o de nuestras acciones.
4.- Seguir el interés propio.
La mejor manera de lograr un aprendizaje profundo es por el interés propio de cada niño. Al permitirles explorar en lo que les gusta, además de mejorar su comprensión y concentración, desarrollan la independencia y la voluntad.
Los niños se vuelven los protagonistas de su propio desarrollo, aprenden su propio ritmo y estilo de aprendizaje, sus fortalezas, sus debilidades, su confianza y su disciplina interior. Exploran en sus habilidades cognitivas y constructivas ¡por el querer ser y no por el deber ser! ¿No es lo que aspiramos también en la vida?
Para seguir su propio camino de desarrollo, el niño necesita libertad, pero siempre en un ambiente preparado donde pueda hacer elecciones adecuadas a sus necesidades. Son elecciones libres en un ambiente preparado.
5.- La mejor recompensa es interna.
Permitirles disfrutar de sus logros y experimentar el equivocarse, como forma de aprendizaje y no como fracaso, les ayuda a construir una buena autoestima y el sentido de responsabilidad.
El control del error dentro del método Montessori pone de manifiesto la importancia que tiene que el niño descubra por sí mismo sus errores y aciertos, De este modo, la participación del adulto en la vida diaria del niño no se centra en poner de relieve un error o un acierto. Ni siquiera mediante el refuerzo positivo y el elogio.
El objetivo es dar valor a la autonomía infantil, esto se logra por medio de un ambiente preparado. Donde, el niño, a través de su capacidad de observación y experimentación, consigue objetivos relevantes en su proceso, lo que alimenta la motivación interna desde temprana edad. Evitándole a futuro creencias limitantes en torno a cometer errores o hacer las cosas solo por conseguir alguna recompensa externa.
6.- Somos sus guías.
Al deshacer la jerarquía autoritaria, sin perder la responsabilidad de cada rol, podemos apreciar y respetar la capacidad innata de nuestros hijos.
Como adultos, nuestra función es acompañar al niño, permitiendo su desarrollo natural y facilitando los aprendizajes. Para ello es imprescindible la observación, ya que a través de ella, como guías, podemos ofrecer a los niños mejores opciones para que continúen desarrollándose con la intención de reducir nuestra intervención cada vez más hasta que logren su autonomía.
Como guías hay dos actitudes fundamentales en las cuales trabajar en todo momento: la humildad y la responsabilidad.
La humildad
- Reconociendo que el niño es el protagonista del aprendizaje y, por lo tanto, que el adulto no enseña, solo ofrece los medios.
- Aceptando sus propios errores y los de los demás como una oportunidad de aprendizaje.
- Estableciendo una relación horizontal con el niño, basada en el respeto.
- Siempre que está dispuesta a aprender, por el niño, con el niño y del niño.
La capacidad de responsabilidad:
- Identificando la individualidad de cada niño.
- Manteniendo el ambiente preparado y ofrece actividades en el momento oportuno y con la técnica adecuada.
- Cada vez que reflexiona sobre su propia labor y busca la forma de mejorarla.
- Al responder desde la calma, en lugar de reaccionar.
7.- Aprender en comunidad.
En la vida real difícilmente nos encontramos con personas de nuestra misma edad, en casi cualquier situación social, posiblemente este hecho solo ocurra en las escuelas convencionales. Cuando hay una convivencia de edades mixta, especialmente entre los niños, se obtienen muchos beneficios tanto para el desarrollo individual como colectivo.
“Es una verdadera enseñanza, ya que la mentalidad del niño de cinco años es tan próxima de la del niño de tres, que el pequeño comprende fácilmente de él lo que nosotros no sabremos explicarle”
María Montessori “La Mente absorbente” Pág. 285 Diana, México
Existe una ayuda mutua, los pequeños observan a los grandes y piden ayuda, de forma natural desaparece la competitividad. Los niños desarrollan el aprendizaje de comunidad social, el altruismo y la voluntad de ayudar. Enriquecer las interacciones sociales, promueve el respeto, la tolerancia y la solidaridad.
8.- Ambiente ordenado = mente ordenada.
El orden externo promueve la claridad de pensamiento y la concentración, además de brindarles un sentido de seguridad.
Para el método Montessori, el ambiente es un lugar amplio y abierto, ordenado, estético, simple y real, donde cada elemento tiene su razón de ser en el desarrollo del niño. Si el entorno donde el niño se desenvuelve, hay una clara comprensión de lo que existe y como funciona, esto le permite explorar con libertad cultivando su autonomía y autodisciplina.
Y como habrás podido darte cuenta a lo largo de todo este artículo, crear un ambiente ordenado y preparado es en esencia nuestra función primordial como guías. Por tanto, lo más responsable que podemos hacer es adaptar la casa al tamaño, las necesidades e intereses del niño, no solo para que los niños sean más responsables con sus cosas y sean más ordenados, también para hacerles sentir incluido en lugar donde vive.
“El niño es el padre del hombre”, decía la Dra Montessori, ya que es el niño quien se crea a sí mismo revelando la persona en la que puede transformarse. Esa transformación es su principal tarea, una tarea intensa e incesante que lleva a cabo naturalmente y con una inmensa alegría. María Montessori sostuvo que la alegría del niño debe ser tomada como un indicador de los aciertos.
¿Cuál de los principios de la Educación Montessori es favorito? ¿Cómo se te ocurre que puedes aplicarlos en tu hogar?
Los principios de la Educación Montessori están respaldados por la investigación científica (Montessori. The Science Behind de Genius, Angeline Stoll Lillard, 2005, Oxford University Press)